Está lloviendo, y tengo un día de mierda, en el trabajo nada sale como toca, y mi madre está muy pesada, o yo tengo poca paciencia, no lo tengo claro. Y cuando las cosas no salen, mejor un cambio de aires. Archivo cuatro papeles, cierro la oficina y me voy para casa.
Me coloco la bolsa cruzada hacia la espalda, y ando bajo la lluvia. Llueve demasiado para pasear, pero me da igual, meto las manos en los bolsillos y me fijo en detalles banales que me rodean. Un papel de sugus flotando entre las raíces de un plátano en el parque infantil de la plaza, una paloma que salta por la acera y termina en un balcón lavándose las alas, un niño con botas de agua rojas, que camina aburrido, arrastrando un paraguas más grande que él, que repica al pasar por encima de los bordes de las baldosas, desafiando la paciencia del adulto que lo vigila a un paso tras él, y sonrío.
Las preocupaciones van desapareciendo, me relaja pasear.
Entonces, sin ningún motivo aparente, pienso en él. Hace más de un año que no sé nada, pero de vez en cuando recuerdo las conversaciones, que aún añoro. Y como un acto reflejo, lo busco en Whatsapp, no sé ni si queda nada, abro la conversación y sí, una parte del pasado que no sabía que tenía encerrada en el móvil, y ante mi sorpresa, me sale que está “en línea”, supongo que estará hablando con alguien en este preciso momento, y se me para el corazón, me pongo nerviosa, tengo que esperar unos segundos hasta coordinar cabeza y mano para no escribir por error. Subo la conversación para ver de qué fecha es, y descubro un mensaje de voz, de él. Le doy al play, y se me vuelve a hacer presente, sonrío por las tonterías que me dice, seguramente el final de una conversación, cibersexo, y subo más arriba para escucharla entera.
Por un momento me da la sensación de que acabamos de hablar, y estoy escuchando de nuevo lo que me ha dicho. ¡Madre mía! Una de las más cochinas, hasta me ruborizo, era un descarado. Por inercia llego a casa, no sé ni por donde he pasado, absorta en mis pensamientos.
Voy a la cocina a buscar un papel para secar la pantalla del móvil que se ha mojado, lo dejo en el mueble de la entrada, y me empiezo a desnudar, estoy empapada, y húmeda.
Antes de ducharme, en bragas y sujetador, voy al dormitorio a quitarme las joyas, y aún con la conversación en la cabeza, abro el cajón de la mesilla y busco el vibrador que él comentaba, uno pequeño como un pintalabios. Aprieto el botón y todavía tiene pilas, sonrío, me tumbo en la cama, y empiezo a pasarlo perfilando las bragas, que tiemblan bajo la punta insistente dibujando círculos, siguiendo los labios arriba y abajo… mmm… vuelvo a escuchar su voz, mientras masajeo un pecho con la mano, por encima del sujetador de puntas blancas. Voz gutural, firme, divertida, provocando que me masturbe, desde su despacho, antes de una reunión, y vuelvo a seguir sus órdenes punto por punto, bajando las bragas hasta medio muslo, sin poder abrir las piernas del todo, y voy pasando el vibrador entre los labios, cada vez más caliente, cada vez más mojada.
Al pasar por encima del clítoris, siento un escalofrío por todo el cuerpo, piel de gallina, me estoy poniendo muy guarra. Imagino que lo tengo a mi lado, que mis manos son las suyas, y dejando el vibrador sobre la cama, aún en marcha, me lamo dos dedos, para seguir friccionando entre los labios, mimando la piel, sintiendo el flujo entre ellos, que poco a poco meto en el coño, moviendo las piernas para quitarme las bragas y abrirlas del todo, alzando el culo del colchón, follándome, moviendo las puntas de los dedos para jugar con el punto G hasta donde llego y sigo así un buen rato, entrando y saliendo, acariciándome dentro y fuera, arqueando la espalda, tensando las piernas, cuando me empiezo a descontrolar, perdiendo la cabeza.
Siento el orgasmo incipiente como me llama, y gimo, ahora sí, follándome a saco, hasta estar casi a punto y frotando fuerte el clítoris, acabo explotando, brutalmente, notando los muslos mojados, y la piel latir al pasar los dedos de nuevo, con los ojos cerrados, destensando el cuerpo, relajando los sentidos, durmiendo el corazón, y satisfecha, vuelvo a pensar en él, no sé… tal vez le llame.
Relatos eróticos
Fusionando realidad y ficción, quiere transmitir sentimientos y percepciones a través de los relatos eróticos, para transportar al lector más allá del espacio-tiempo en el que se encuentra. Abierta y comprometida con la cultura. Para ella el erotismo es parte importante de la realidad que nos rodea.
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