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Literatura Erótica, Relatos Eróticos

Relato erótico: Rojo pasión


Estoy en el parking del hotel. Más inquieto que de costumbre. Ella me pone nervioso. Sólo nos hemos llamado un par de veces, pero su voz, esta naturalidad innata, despreocupada, desprendiendo sensualidad cuando me habla, sin darse cuenta de que me pone a cien, me vuelve loco.

Llevo años abriendo perfiles de aplicaciones para ligar, un like, dos bromas, un café, feeling, o no, y con suerte… acabamos en la cama. Después, un “ya nos llamaremos”, y seguir viviendo.

Hoy, los dos tenemos claro que sólo queremos sexo, nada de relaciones personales, y tengo la misma seguridad que siempre, pero ella no ha entrado en el juego fácil. Sin normas, me las ha roto todas, y el abanico de posibilidades es tan grande, que me intriga. No ha actuado como suelen hacer las demás, no he podido utilizar mis estrategias básicas, directas, controlando la situación, embaucando hasta cierto punto, llevándola a mi terreno, nada, con ella es estar en tablas constantemente, es más, es como si fuera yo, pero en tía, y me tiene fascinado.

Cuando llego a la habitación, ella ya está allí, tumbada en la cama. Lleva un conjunto rojo de ropa interior, bueno, lo intuyo, en realidad son todo tiras entrelazadas, sólo un poco de encaje transparente en los pechos y el pubis cubren la piel. Y de las mismas tiras, lleva un collar delgado, atado por una anilla a la tira que hace de correa. ¡Joder!

Se acerca a cuatro patas, se pone de rodillas sobre el colchón y agarrándome por el cuello de la chaqueta, me da un beso en los labios, seco, incluso austero, frío, distante, pero su mirada es dulce, cálida, cercana. Y dándome la espalda, se tumba en la cama boca abajo, con las piernas flexionadas y los pies hacia arriba, moviéndose lentamente. El pelo le tapa la cara, y gira la cabeza, apartándolo para observarme mientras me desnudo. Ahora me mira como una gata juguetona, alza las caderas, aguantándose con las rodillas y los brazos, y se deja caer de lado, dando media vuelta hasta el margen de la cama, donde se sostiene con el codo para no caer, y alzando la barbilla con los ojos cerrados, se coge de la correa con los dedos justo en el anillo del cuello, y los va bajando lentamente, mientras junta las piernas, rozando las rodillas suavemente, excitada por el morbo de sentirse observada, y eso me calienta, mucho. Empiezo a cambiar el chip, poniéndome en modo irracional, empalmado, y me desnudo del todo, mirándola mientras me acaricio el miembro, cuando veo que alarga el brazo hacia mí, y me ofrece la correa.

Aún no hemos hablado.

Se la acepto, tensándola suavemente hacia mí, y se incorpora, quedando sentada en la cama, con las piernas juntas, de puntillas, y las manos a los lados de las caderas, con la cabeza baja. Y poco a poco, dirige los ojos hacia mis pies, y los va subiendo por las piernas, descubriéndome, y me dejo hacer, me gusta. Se detiene cuando llega a los huevos, que se mueven al compás de mi mano, que sigue acariciándola arriba y abajo, preparándola. Sonríe aprobadora, y sigue, hasta cruzar las miradas. Traga saliva, sorbiendo las mejillas, y sonríe lasciva, levantando una ceja. Y espera.

No hago nada, la miro también expectante, yo sí alzo ambas cejas al más puro estilo Richard Gere. Ella ha comenzado este juego, quiero ver hasta dónde llega.

Aparta la mirada, distraída por mi mano, que ya se aferra más fuerte, la erección domina. Y sin decir nada, se arrodilla ante mí, con las manos sobre los muslos, mirándome medio sumisa, medio divertida. Yo estoy muy caliente, me podría descontrolar fácilmente. Alza un poco el culo, poniendo la boca justo delante del miembro. Detengo la mano, dejando que le apunte directamente, aunque estoy tan excitado que sube sola, tensando fuerte los huevos.

–¿Puedo? –Pregunta mirándome a los ojos, y luego al miembro.

Asiento. Aún con la correa en la mano, colgando destensada.

Se acerca, y empieza a restregar la cara, piel contra piel, oliéndome, suave, menos cuando pasa la boca, noto la fricción del pintalabios como la frena, cuando me besa el vientre, los huevos, que empieza a lamer, sorbiéndolos. Y salivando, me agarra el miembro con la mano y pasa la lengua bien abierta, plana, de abajo hacia arriba, presionando más en llegar al glande… ufff… y se lo pone en la boca. Noto el aire fresco cuando respira por la nariz con la boca llena y expira, y, con un movimiento rítmico, me la empieza a mamar, metiéndola cada vez más adentro, presionando con los labios, ayudándose con los dedos, y empiezo a acortar la correa, enrollándola en la mano, nunca he jugado con una, y me da mucho morbo.

Ella sigue comiendo, cada vez más rápido, me estoy poniendo enfermo, e intento tirar del collar, sólo un poco, deteniendo la retirada con la boca medio llena, me mira, tiene las mejillas sonrojadas, y tiro más, intenta retroceder, pero puedo hacer más fuerza yo, y me excito más todavía, y apoyando las manos en mis muslos, se deja llevar, accede, y tensando más, noto que llego a la campanilla, pero le vienen arcadas, y no me gusta, dejo ir la correa y le acaricio el pelo, mientras se la quita de la boca, y vuelve a sonreír. Está preciosa. Y poniéndome también de rodillas en el suelo, le empiezo a comer la boca, hambriento, como ella, que me sigue el ritmo, sino es que lo aumenta cuando meto la mano en la entrepierna, aparto el tanga y empiezo a jugar con dos dedos en su coño. Se abre más de piernas, gime, y me coge el miembro, cada vez más sensible al masturbarlo, endureciéndose de nuevo, y noto su lengua dura en mi boca, haciendo fuerza, caliente, tengo los labios doloridos, pero tampoco puedo parar.

No está suficientemente húmeda, me separo justo para meterme los dedos en la boca, mojándolos tosco, empiezo a perder la cabeza, cuando acelera la mano, y agarrándola por el pelo, domino su boca hacia mí, a la vez que introduzco los dedos en su coño. Respira acelerada, cada vez más húmeda.

–¿Cómo quieres que termine? –Le pregunto entre gemidos.

–Fóllame… –Y señala la mesilla de noche, donde hay un par de condones. Mejor, los míos están en los pantalones al otro lado.

La giro de cara a la cama, rodillas en el suelo y apoyada a cuatro patas, me pongo el condón, y pasando el glande arriba y abajo un par de veces, la penetro de una sola vez hasta el fondo, levanta la cabeza como una esfinge, y recordando la correa, la cojo y la sujeto alzada, viendo cómo se agarra con las uñas en colcha, con la boca medio abierta, y empiezo a follarla, notando como cierra el coño con fuerza. ¡Joder! No aguantaré mucho, y acelero, tanto como puedo, tiene la piel de gallina, y los gemidos casi son gritos, la cama se mueve a cada embestida, y ella tiembla… ¡oh, sí!… Marca los nudillos blancos en las manos de la fuerza que hace sujetándose, y entonces se deja ir, un gemido seco y relaja el coño, que sigo penetrando unos segundos más, hasta correrme brutalmente, con el corazón a punto de salirme por la garganta y la cabeza perdida, donde el placer me ha llevado.

Salgo de dentro y, de un salto, me siento en la cama, junto a su brazo y me tumbo para besarla en los labios, que me devuelve dulce, jugando con los dedos en mi nuca.

Cuando nos miramos, es como si hiciera años que nos conocemos. Y me gusta.

–Hola…

–Hola…

Me quito el condón en el baño, y deshaciendo la cama, nos tumbamos dentro, abrazados, besándonos y, destapándole un pecho, empiezo a jugar con el pezón, primero con los dedos, luego con la lengua, los labios… los dientes … y noto el fuego como vuelve a encenderse, y destapando el otro, disfruto unos minutos amasándolos, comiéndomelos, deleitándome al notarlos duros al chupar, entre gemidos, restregando la erección contra su muslo, y abriéndose de piernas, con los brazos por encima de la cabeza, me invita al segundo ‘polvo’, y poniéndome encima, aún devorándole pechos, voy rozando el miembro arriba y abajo, hasta encontrar la postura que la hace extremar, y lentamente la masturbo sin penetrar, moviendo las caderas justo rozando sobre el clítoris, con cuidado, paciente, mientras veo el placer en su rostro, pidiendo que no se acabe, mmm… una delicia, que cumplo, jugando con manos y boca, hasta que se corre abrazada a mí, chorreando.

Cuando me tumbo a su lado, mirando cómo se rehace, alarga el brazo y me da otro condón. Me lo pongo, y se sienta encima. Aún está sensible, por la cara que hace cuando la penetro, pero también caliente, tiene los pezones erectos, se mueve viciosa, y poniéndose a cuclillas, apoya las manos hacia atrás y me empieza a follar a lo bestia, le aguanto los pies, para que no pierda impulso, y sigue… ¡Madre mía!… Los pechos rebotan exageradamente y puedo ver cómo se desliza el coño, arriba y abajo, arrastrando los labios, húmedos, hinchados, y me dejo follar, mientras tiene un par de orgasmos más, antes de estallar irracionalmente otra vez en su interior, quedando exhausto y totalmente satisfecho.

–Me gusta como follamos –Me dice respirando acelerada.

–A mí también.

–Tendremos que repetir.

–Sí.

Y nos besamos en los labios.

Foto: ekaitz.es
Modelo: Luz del Fierro

Lady Wits

Fusionando realidad y ficción, quiere transmitir sentimientos y percepciones a través de los relatos eróticos, para transportar al lector más allá del espacio-tiempo en el que se encuentra. Abierta y comprometida con la cultura. Para ella el erotismo es parte importante de la realidad que nos rodea.

ladywits.blogspot.com.es/

15 octubre, 2020 - Lady Wits

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