Llevo un buen rato mirándola. Cuando entraba en el río, dejándose acariciar por el agua mientras nadaba y llegaba a la roca, y cómo me ha mirado al alcanzar la cima. La misma cara de hace 10 años, cuando empezamos a salir y ganó un osito de peluche en la feria, pescando patitos.
Sentada, con las piernas cruzadas de lado, apoyada en la cadera y las manos en la piedra, como si de una sirena danesa se tratara, se veía tan orgullosa y feliz, que hubiera parado el mundo, aunque fuera un minuto, para que lo disfrutara, y yo también, observándola, inspirando profundamente relajado, guiando los sentidos por el murmullo del río y los sonidos musicales del bosque.
Aún sigue probando diferentes posturas, hasta acabar tumbada completamente sobre la losa, me sonríe y explica lo que siente, y de repente, como si la calma se apoderara de ella, la mirada se pierde en el espacio, totalmente absorta donde quiera que haya ido, y le envidio este poder de trasladar la mente donde sea y disfrutar del momento.
No lo puedo evitar, también desnudo, me meto en el agua, poco a poco, para no molestarla, y porque está más fría de lo que esperaba. Noto la piel de gallina a medida que me sumerjo, quedando cubierto hasta la cintura.
Ella me ve, y alargando el brazo hacia mí, me invita a acercarme. Cuando llego, hay un palmo más de profundidad, pero quedo justo a la altura de su cara, de piel rosada, y mirada dulce, y sin más, la beso, sintiendo como sus labios fríos se fusionan con los míos, mientras pongo la mano en su pecho, que se excita al instante, como yo.
Muy lentamente, las lenguas empiezan a jugar, le devuelvo las caricias de la suya con la mía, la oigo gemir, encorvando la espalda, apuntándome con el pecho, que aún masajeo con la mano mojada, jugando con el pezón. Y empiezo a descenderla, hasta el pubis. Con cuidado lo acaricio, comprobando que empieza a estar húmeda, y levantando la cabeza, doy la vuelta a la roca y me subo por donde tiene los pies. Ella se abre de piernas, peinándose el pelo con los dedos, echando la cabeza hacia atrás.
Empiezo a darle besos suaves a la altura de la rodilla, buscando el camino a medida que subo, excitándome, excitándola. Cuando llego a la entrepierna, también lo beso, aquí juego con la lengua, repartiendo la humedad, suavizando el camino, y la miro, pero sólo veo como sube y baja el vientre bajo las costillas marcadas, respirando acelerada, y más allá, el perfil de los pechos, mi próximo objetivo.
Sigo para arriba, los cojo con las dos manos y los junto, jugando con la boca, mientras pongo el miembro entre sus labios, arrastrando los huevos por la piedra, hasta encontrar la postura correcta de las rodillas, y alzando las caderas, la empiezo a penetrar, entrando y saliendo lentamente, entre gemidos cómplices, hasta meterla entera y apretar tanto como puedo.
Ella, pasa los brazos rodeando mi cuello, y nos miramos, el deseo quema, pero sigo follando lentamente, como nos gusta a los dos. Las mejillas se le pintando acaloradas, intenta hablar con la boca medio abierta, pero no se le entiende nada, ya pierde la razón, la beso acariciándole el pelo y sigo con movimientos acompasados, a ella ya le tiemblan las piernas y a mí también las rodillas, que resbalan sobre la piedra, y acelero un poco, concentrándome para no correrme, pero tampoco tarda demasiado, y alzando un poco la voz, se suelta, explotando temblorosa entre mis brazos, como yo, que cerrando los ojos contra su cuello y soplando como un búfalo, me corro densamente en su interior, quedando exhausto encima de ella, recuperando los biorritmos.
Al cabo de un instante, la miro, sonríe, le brillan los ojos, la beso y vuelvo a la toalla, disfrutando de observar de nuevo a mi sirena reflejada en el río.
Fusionando realidad y ficción, quiere transmitir sentimientos y percepciones a través de los relatos eróticos, para transportar al lector más allá del espacio-tiempo en el que se encuentra. Abierta y comprometida con la cultura. Para ella el erotismo es parte importante de la realidad que nos rodea.
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