Llevamos tres meses saliendo, de momento la mejor relación que he tenido hasta ahora. Hemos quedado en el centro comercial y ¡Me muero de ganas por verla!
Estoy en el piso de arriba, frente a la tienda de cosas de casa que tanto le gusta. Llego diez minutos tarde, el tráfico estaba imposible. La busco con la mirada, y por fin la encuentro, a unos cinco metros, apoyada en la barandilla, esperándome. Me quedo boquiabierto mirándola, sólo unos segundos. Se la ve tan tranquila, abstraída entre la multitud que nos separa… Está sosteniendo un café con leche, seguramente sin azúcar, como a ella le gusta.
Lleva una camiseta de tirantes, azul marino, ceñida, marcando los pechos de perfil, preciosos, y la recuerdo desnuda, su tacto delicado,mmm… flanes que devoro con deleite a la menor ocasión.
Me acerco justo cuando se gira buscándome, y sonreímos, antes de abrazarnos y darnos el primer beso.
–Hola… Disculpa, el tráfico.
–Sí, ya he visto el mensaje, ¡no problem, baby! -Me dice despreocupada. -Por cierto, ¿sabes qué día es hoy?
–Sí… Hoy hace tres meses que salimos… –Respondo satisfecho.
–Ah … sí? … vaya… no me acordaba… –Se queda pensativa. –¡Pues aún mejor! ¡¡¡Más para celebrar!!!
–Ostras… Ahora no sé qué quieres decir…
–Pues que ya no hay riesgo con la pastilla y podemos follar sin condón. –Me suelta como si nada. Sonriendo pletórica.
Me quedo mudo, me pasan tantas cosas por la cabeza, que no sé qué decir, estoy contento, y loco por hacerlo… he empalmado de la emoción, nunca lo he hecho sin condón. O eran relaciones puntuales, o demasiado cortas para tener suficiente confianza o, simplemente, ella no quería tomar la pastilla. El corazón se me ha acelerado.
–Joder… ¡Estoy como una moto con sólo pensarlo! –Y me arrimo, disimulando la erección contra su muslo. –Hablemos de otra cosa o te follo aquí mismo. –Me mira divertida.
–Ah… ¿Sí?… mmm… sabes, yo también tengo muchas ganas… puedes ir tranquilo? -Me dice mirándome la bragueta.
–Sí, ha bajado un poco.
-Vamos…
Y agarrándome de la mano, empezamos a andar. Me lleva hasta los baños. Hay una cola infernal en el de las chicas, pero no se detiene, y recorriendo el pasillo, vamos hasta el de chicos. Dentro, hay una media docena, que nos miran con curiosidad. Ella abre un par de puertas de los aseos, parece una inspectora de sanidad. En la tercera, me mira resolutiva. –¡Este! –Y entra dentro. Yo miro a los demás que flipan como yo, y entro con ella, que pasa el pestillo.
Está roja como un tomate, y se tapa la boca con ambas manos, encogiéndose de hombros, como si no se creyera lo que acaba de hacer. Sonrío poniendo los ojos en blanco, y vuelvo a estar como una moto.
Cuelga el bolso en la percha, y se me acerca, apoyando los pechos contra mí, pasando la punta de la lengua por encima de mis labios.
–Me gustas mucho Pablo. –Dice susurrando mirándome a los ojos. – Pero ahora, sólo la puntita…
Noto el miembro duro como una piedra ahogado por el cinturón. Asiento, pero ella sabe que no soy de fiar. La giro y la pongo de cara a la pared opuesta, donde se aguanta con las manos abiertas. Le aparto el pelo, para oler su piel, y besarle la nuca, mientras le cojo los pechos con las manos y le restriego la erección contra el trasero.
Las bajo para desabrocharle los vaqueros, desnudándola hasta medio muslo, dejando a la vista el tanga rosa que se le mete entre las nalgas. Hago lo mismo con mis pantalones y bóxeres. Mirando su boca medio abierta, de perfil, respirando acelerada, esperándome.
Me acaricio el miembro, tengo la punta húmeda. Con la otra mano, recorro el tanga por encima, hasta el coño, la tela está mojada, la aparto justo para meter un dedo, que se desliza empapado de flujo… ¡Joder!… gime, alzando una poco el culo hacia mí, está caliente, y tirando con cuidado de la tira, la aparto para dejar paso al glande, que busca el camino entre los muslos.
La sensación es mejor de lo que creía, el calor me acaricia la piel, pero cuando llego al coño, ufff… es otra dimensión, bajo un poco el culo para alinearme y empiezo a penetrar. La fricción es brutal, y me paro, acercando la boca a su oreja. Ambos respiramos acelerados.
–Sólo la puntita, ¿verdad? –Susurro juguetón.
–Sí, y nada más… –Casi no puede ni hablar cuando me muevo un milímetro para sacarla, y araña la pared.
–Ok… como quieras… –Digo paciente, notando como el flujo baja hacia los huevos.
–No… Quiero más… –Me pide.
Y no me hago de rogar. La agarro por el pelo, y de un golpe seco se la meto adentro hasta que no puedo más. Se queda muda, evitando hacer ruido, con la mejilla contra el pladur, y los pies de puntillas. Y vuelvo a parar. Los corazones laten locos, y mordiéndole dulcemente el cuello, la voy sacando y metiendo, subiendo el ritmo. La pared tiembla, como ella, las piernas le flaquean a medida que pierde la cabeza, y sigo follándola, no puedo parar, la polla manda. Embisto una vez tras otra, creo que ya lleva un par, por cómo cambia la cara… ufff… no quiero que se acabe, es genial, pero el descontrol me domina, hasta que me corro brutalmente dentro de ella, que expira gustosa, al notar cómo la lleno.
Aguanto sin sacarla, sonrío con la frente en su hombro, recuperándome. Le doy un beso, y salgo, soltando el tanga, que vuelve a su sitio, quedando marcado en la nalga.
Se gira, tiene las mejillas rojas y el cabello despeinado, los ojos le brillan intensamente.
Nos limpiamos con un poco de papel. Ella coge el bolso, pulsamos la cadena del WC y salimos.
Hay más chicos que antes, nos vuelven a mirar curiosos. Ella se pone ante la pica, igual que yo, nos lavamos las manos, y, como si nada, nos vamos por donde hemos venido.
Le paso el brazo por encima de los hombros, ella el suyo por mi cintura, como tantas veces, pero nunca más olvidaré el primer día que fuimos de compras.
Foto: ekaitz.es
Fusionando realidad y ficción, quiere transmitir sentimientos y percepciones a través de los relatos eróticos, para transportar al lector más allá del espacio-tiempo en el que se encuentra. Abierta y comprometida con la cultura. Para ella el erotismo es parte importante de la realidad que nos rodea.
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