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Literatura Erótica, Relatos Eróticos

Relato erótico: Amanece entre mis piernas

La taza de café humeaba entre mis manos. El amanecer me sorprendió recostada en el sillón, envuelta en una oscuridad que se deshacía lánguidamente. Las primeras luces azuladas me mostraban los contornos de la habitación, los muebles y ventanas. Al rato, el sol anaranjado se colaba por la rendija hasta caer sobre su cuerpo, que aún permanecía tendido sobre la cama ajeno a mi desvelo. Los tímidos rayos lo arañaban de perfil y le bajaban por la espalda hasta que me lo mostraron en todo su esplendor. Contemplaba su desnudez, la quietud de las formas, el atractivo de una inmóvil sensualidad. Permanecía abrazado a la almohada, contrayendo su torso al respirar mientras yo lo estudiaba a base de sorbos de café. Músculos en reposo, erótica geometría que se desvelaban a la luz reposada del alba.

Dejé a un lado la taza para deslizar los dedos entre mis piernas. Me sedujo la idea de deleitarme paseando mis ojos por su piel antes de que despertase. Deseaba tomar el papel de mirona, de pervertida fascinada por aquella desnudez, reprimiendo los suspiros para gozar el momento en soledad. Disfrutaba temblorosa estudiando la pornografía de una imagen viva y cautivadora, de un trasero redondo y apetecible, de sus piernas tendidas entre las sábanas. Los orgasmos en secreto me arrastraban en cadena, uno tras otro, como vagones de un tren hacia el delirio. Me estremecía con mi obsceno desayuno mientras él dormía indiferente. Ardía sobre la butaca sintiendo cómo mis dedos acariciaban la humedad de mi sexo, regalándome momentos de placer en silencio.

Me cautiva contemplarlo desnudo, disfrutar de la hermosura de su silueta. A veces me acomodo para asistir cuando se ducha, o a la ceremonia de su afeitado. Me resulta excitante verle concentrado ante el espejo, estudiándose embadurnado con la navaja en la mano. O bajo el agua, deslizando la esponja por el torso, viendo las gotas paseándose por la piel hasta sus pies. Particularmente turbadora es la forma de abotonarse la camisa, de remangar los puños antes de perfumarse. Sabe que es capaz de mojarme entre las piernas en la distancia mientras se peina o se anuda la corbata. Me arrebata la forma con la que me mira pícaro a través del espejo, sabedor de la excitación que despierta en mí al verle ensimismado en ese rito. Conoce mi debilidad por la sensualidad de su cuerpo.

Me deshice de la poca ropa que conservaba y extraje unas esposas del cajón. Aunque mi objeto de deseo aún dormía, le até las manos al cabecero de la cama y lo volteé para disponerlo boca arriba. De entre las sábanas emergió súbitamente su pene erguido, oscilante, desconcertado. Sin concederle un instante antes de que se espabilara, me senté sobre su regazo. Lo introduje en mi vagina y me dispuse a cabalgar ansiosamente. Despertó entre gemidos, agitándose, haciendo sonar lo metálico de los grilletes. Yo lo golpeaba con furia, haciéndolo mío, poseyéndolo. Sentía su miembro deslizarse dentro de mí, acariciándome. Para proporcionarme el placer que ansiaba. No tardé en desencadenar su primer alarido, sintiendo como me invadía el semen hirviendo. Lo notaba eyaculando rabioso, quemándome por dentro. Sin embargo, yo continuaba cabalgando desatada. Aún no había dado por terminado mi desayuno.

Brincaba enloquecida sobre él cual juguete erótico, acariciando mis piernas, sujetando mis senos que se balanceaban al son de las envestidas. Con las manos en mis caderas, renqueaba hechizada por la lujuria. El pelo bailaba alborotado y de mi piel brotaba el sudor con el que regaba a mi preso indefenso. Se estremecía entre mis piernas, tragando aire, balbuceando en vano, hasta que un segundo estallido le sacudió de nuevo. Mientras tanto, yo disfrutaba de mis orgasmos, embrujada por el arranque de pasión. Un torbellino de placer me recorría todo el cuerpo, me estremecía por dentro y vibraba de la cabeza a los pies. Me sentía conectada con él, viajando juntos, arrebatados por el mismo huracán que nos arrastraba hacia el éxtasis.

Le empujé hacia una tercera agonía entre mis muslos. Disfrutaba exprimiéndolo, llenándome de su deseo caliente mientras gritábamos al unísono. Sin dejarle que se recobrara, me senté sobre el pecho para que lamiese mi vagina enrojecida. Obediente y solicito, sorbía mis vellos humedecidos, los labios sedosos con sabor a semen recién descargado. Esposado a la cama, me limpiaba ávido con su lengua, tragaba con gusto, deleitándose con la mezcla única y efímera de sabores. Mi piel volvía a erizarse una vez más. Mecía las caderas, sentía su aliento quemándome entre las piernas. Los chasquidos de la lengua acompañaban a mis gemidos. Finalmente, me deshice sobre su boca en un último y profundo orgasmo antes de desplomarme junto a mi maniatado y jadeante preso.

Natalia

Escritora de sus propias experiencias y aventuras en el mundo del erotismo, contados en primera persona. A través de los relatos se desnuda para desvelar sus pasiones inconfesables y debilidades más íntimas. Cada relato está dedicado a una de sus tantas travesuras. No te resistas y déjate dominar.

www.relatosnatalia.com/

23 octubre, 2020 - Natalia

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